Ricardo Silva Romero sobre los muertos que vuelven, y lo cuentan (2023)

Ningún vivo tiene certezas sobre la muerte: ni en qué consiste, ni cuándo le ocurrirá, ni qué hay más allá. El ramo de las religiones, según y cual sea, opera en ese terreno y ofrece certidumbres todas basadas en la fe o en la palabra de su dios o su profeta, en fin, ofrece verdades oficiales que el creyente, nunca mejor dicho, el creyente, acepta como suyas, bien por tradición familiar, bien por obligación social, bien por un hondo y gratuito convencimiento. Pero, aparte del menú oficial de las religiones, donde no descarto que pueda hallarse alguna verdad, nadie tiene certezas sobre la muerte.

(Video) RÍO MUERTO | Ricardo Silva Romero | #TiempoDeLibroYTeatro

Lo que se afirme sobre la muerte, pues, es ficción, es decir, según el venerable Diccionario de la Real Academia, pura imaginación. De manera que cuando la novela, también pura ficción, aborda la muerte —ficción pura— estamos ante una doble ficción, una imaginación que se imagina con otra imaginación, no me detengo, una imaginación al cuadrado. Y, entonces, todo se vale (y todo se vela): de este modo, llego a Zoológico humano, la última novela de Ricardo Silva Romero.

Morirse y regresar

El protagonista —y voz narrativa— de Zoológico humano es Simón Hernández, quien muere en las primeras páginas y cuenta de su muerte, y de su viaje al más allá y de su regreso, pues lo central es que resucita. En su relato, Simón cuenta lo que le sucede —allá— a él y a otras personas a quienes les ha pasado lo mismo, irse para después volver.

Simón Hernández resume así su vida: “pasé por la universidad para graduarme de raro porque era dolorosamente común y corriente, y me volví escritor y escribí y publiqué tres novelas con sangre y me sumergí en el lenguaje para estallar las cosas, y me salí del mundillo literario porque un día me robaron todo lo que había escrito e iba a escribir, y tuve una primera novia y una primera amante y una primera esposa (…) hasta llegar al nombre y al cuerpo y al alma de mi Lucía Rivera, y me volví un padrastro y poco a poco fui sintiéndome cómodo con la palabra, y me enfermé ‘porque los hechos del pasado’, que ya sé todos lo son, se me vinieron encima, y me morí en una operación de las amígdalas”.

Y regresó después a la vida: “desde que yo volví de la muerte me he estado tropezando con gente que me ha contado casos y casos semejantes al mío. Y todos coinciden en que diez, veinte, treinta minutos después del estruendo viene una experiencia espeluznante: un relámpago que quizás sea uno mismo (…) y que resulta aterradora aunque suela durar un instante”.

(Video) No solo un Río muerto, conversatorio con Ricardo Silva Romero

Estos hechos, morirse y regresar, llevan a Simón a concluir: “uno sigue siendo uno cuando muere. Lo vi. Lo sé. Por eso mismo, porque en la muerte sigue en juego todo lo que se ha vivido, lo mejor es prepararse para las cinco fases que se vienen encima (…). Primero: hay que recibir la noticia del propio final con resignación y con serenidad, como si uno fuera un ser querido y no hay que perder la cabeza cuando se escucha ese estruendo venido de la nada (…). Segundo: hay que repetirse ‘esto va a pasar’, ‘ya nada más puede dañarme’, ‘el miedo es para los vivos’ mientras se es testigo del propio cuerpo y del túnel y de la sombra resplandeciente y de pie que sin embargo no ciega. Tercero: hay que presenciar el drama de la propia vida, principio, medio y fin, sin odiarse, sin condenarse a seguir viviendo. Cuarto: hay que cruzar el laberinto de ese limbo para avanzar o para regresar. Y quinto: hay que aprovechar, si acaso uno vuelve, esta extraña oportunidad para dejar de ser un pobre imbécil”.

La causa de la muerte de Simón es un error médico en una sala de cirugía. Y cuenta qué siguió: “el muerto sabe que existe. Tarde o temprano ve su propio cuerpo enfriándose y entiesándose y liberándose de males sobre un charco de todo lo que lo entorpecía, y, como a mí, le parece increíble haber vivido allí por tanto tiempo. Hay espíritus que no quieren o no pueden volver adentro, pues sus cabezas o sus pechos están destrozados. Se quedan por ahí a la espera de que alguien que pueda verlos los vea. Se asoman a sus entierros y se dirigen a sus viejos apartamentos a ser testigos del paso del tiempo. Pero la gran mayoría de los muertos van resignándose sus odiseas: a desencarnar, a rondar sus organismos, a cruzar el umbral, a emprender el viaje y a enterarse de qué les está pasando por boca de una aparición —un personaje nuevo— hecha de una luz más allá de la luz. Voy a contar primero lo que me pasó a mí (…) es importante decir que yo no sentí ninguna clase de paz, ninguna clase de serenidad, mientras vi lo que estaba pasando. Hice lo que pude por tomar control de lo que yo era fuera de mi cuerpo, fui tomando la forma de un hombre, como esculpiéndome, con los dos brazos y las dos piernas. Vi. Oí. Olí. Pero no sólo no pude tocar nada, sino que unos segundos después de la última descarga, de golpe, empecé a elevarme como una burbuja. Subía y subía y seguí subiendo. Si hubiera estado vivo, creo, me habría dado un infarto”.

A otros también

No hay que olvidar que Simón ha ejercido como novelista. Y al morir conoce varios otros casos de personas que, como él, fueron y volvieron y dejaron algún testimonio de éstos, de ida y regreso. Y Zoológico humano se convierte en un contrapunto de ocho historias, la primera, la principal, la de él mismo, Simón, y las otras siete son: uno, Sor Lorenza de la Cabrera y Téllez, una monja santafereña del siglo XVII. Dos, un sepulturero lisboeta del siglo XVIII llamado Nuno Cardoso, que muere por los tiempos del terremoto que destruyó la ciudad. Por su oficio, Nuno estaba familiarizado con los cadáveres y los trataba “como si existiera la posibilidad de que sus almas regresaran en cualquier momento a reclamarlos y a señalar al culpable de su muerte”. En el Sena, tres, ahogada, muere Muriel Blanc que, entre varios oficios, ejerció como escritora fantasma para Dumas y ya resucitada le contó su avatar post mortem a Victor Hugo. Cuenta las mismas andanzas en el más allá, cuatro, de un muchacho alemán de diecinueve años, Bruno Berg, que muere en la batalla del Somme en la Primera Guerra Mundial. Y, cinco, las de un astronauta norteamericano, John Foster, quien murió por primera vez en un accidente de carros en 1974. Y, seis, las andanzas de Sid Morgan, una estrella de rock que se tomó 240 pastillas de aspirina en 1982. Y, siete, las de Li Chen, una apacible chica tibetana asesinada en 2050.

El tono de Simón es el de la conversación. A lo largo de sus seiscientas páginas cuenta las ocho vidas, comenzando por la propia y entrelazando la primera vida, la primera muerte, el paseo por otra parte y la segunda vida, con plena memoria de todo lo sucedido. Vidas, edades, épocas, oficios muy distintos entre sí, y todos dando testimonios análogos de lo que recuerdan desde su muerte hasta su regreso. “Una vez verificado que mis personajes cumplían con mis dos criterios, o sea que yo los recordaba de la muerte y que ellos habían vuelto a la tierra a dar testimonio, me dedicaba a saberlo todo sobre ellos”.

(Video) LOS QUE VOLVIERON DE LA MUERTE (CASOS REALES)

El don aforístico

La calidad de la prosa de Ricardo Silva Romero, la asombrosa cantidad de información que le sirve de contexto a esta novela, el don para convertir en una aventura cada cosa que cuenta, la sensibilidad para hacer copartícipe de sus emociones al lector, todas son cualidades que se traducen al final en una excelente novela.

Sin excederse, sin exhibir su carpintería, su sutilísimo taller, de repente se intercalan entre el texto frases con vocación aforística. Transcribo algunas:

—“Yo quiero que este libro testimonial sea —y ese es su subtítulo— ‘un manual práctico para la muerte’ y ese será mi anhelo y mi empeño hasta el final”.
—“No todos los espíritus vuelven a sus cuerpos a ser felices”.
—El “espíritu, dicho sea de paso, es el alma dotada de razón”.
—“Todo lo invisible es benigno”.
—“Uno sigue siendo uno cuando se sale de su cuerpo”.
—“El tiempo toma otra forma, más parecido al presente que el presente, porque ya no están en juego el pasado y el futuro”.
—“Vivir es no tener respuesta”.
—“Contar es, en cualquiera de sus acepciones, escapar de la locura”.
—“Es un conmovedor testimonio del espejismo humano que exista la palabra ‘siempre’”.
—“Me pregunto, aunque sea una locura, si será verdad eso de que todos los inventos de los seres humanos han sido traídos de la muerte”.
—“Me produce vergüenza la manera cómo se ha usado el liberalismo para desconocer a los demás”.

(Video) Presentación Libro Río Muerto

Ritmo

La prosa de Silva es sabia. Puede ir al ritmo de cada pensamiento, de cada escena, puede aletargarse en una reflexión sin acercarse ni de lejos al tedio; y, en el otro extremo, puede acelerarse hasta el frenetismo atropellado de una larga enumeración, como el párrafo que transcribo a continuación, porque creo, además, que es el perfecto retrato del personaje central de esta novela, Simón Hernández: “siento eso, compasión, clemencia, misericordia, por todos los que me sacan de quicio: por los genios de las redes sociales que lanzan juicios contundentes enfrente de sus nueve seguidores, por los narcisos que se dan el lujo de confundir la adolescencia con la crisis de los cuarenta al final de un primer acto alargado a más no poder, por los hijos de puta que se pasan la vida fingiendo que son más complejos y más enigmáticos de lo que son, por los curas que dan consejos sexuales en los sermones matrimoniales, por los calvos que se dejan el pelo largo, por los envalentonados que se suben a las montañas rusas a gritar con los ojos cerrados, por los dolidos que susurran ‘tiempo sin oírlo’ cuando uno finalmente los llama, por los viejos que se vaticinan el Apocalipsis en un par de años, por los idiotas seguros de sí mismos que se saben vender, por los perdonavidas que comentan las películas en voz alta en los cines, por los inútiles que cantan mal las canciones de los conciertos encima de las voces de los cantantes, por los caraduras de las líneas de atención al cliente que se quedan en silencio porque ya no hay solución, por los taxistas que no miran a los ojos, por los políticos jóvenes que están cambiando nuestras formas de hacer política, por los lectores que habrían escrito los textos ajenos de otro modo, por los periodistas que preguntan de qué se trata tu libro o por qué la gente debería leer tu novela, por los vendedores que sueltan frases de doble sentido desde los aparadores hasta las cajas registradoras, por los oficinistas coquetos que se quejan porque ya no pueden coquetear, por los derechistas que abortan en garajes, por los izquierdistas que maltratan a los meseros, por los activistas por naturaleza, por los superiores morales, por los más que satisfechos, por los pragmáticos, por los machitos, por los sabelotodo, por los mentirositos, por los chupamedias, por los arribistas, por los lagartos, por los jartos, por los procrastinadores, por los somnolientos, por los frustrados, por los perezosos, por los cobardes, por los manipuladores, por los precipitados, por los imprudentes, por los aguafiestas, por los confusos, por los mediocres, por los anodinos, por los prosaicos, por los pedestres, por los bastos que abren las fosas nasales cuando lanzan ironías que no dan en el blanco, por los políticamente correctos, por los hombres en condición de mal gusto, por los contentos que menean los hombros cuando empieza a sonar una canción de mierda, por los sentimentales que citan las enseñanzas de El principito sin ninguna clase de vergüenza, por los estudiantes risueños que sacan las fiestas a la terraza a las tres de la madrugada, por los artistas consagrados que se inventan lo que se inventan porque quieren despertar a los demás, por los pedantes injustificables e indefendibles que menosprecian el drama ajeno para seguir sobredimensionando el propio, en fin, por mí”.

ZOOLÓGICO HUMANO, de Ricardo Silva Romero. Alfaguara, 2021. Bogotá, 616 págs. En Uruguay solo en ebook.

El autor

Ricardo Silva Romero nació en Bogotá en 1975. Es autor de las novelas Relato de Navidad en La Gran Vía, Walkman, Tic, Parece que va a llover, Fin, El hombre de los mil nombres, En orden de estatura, y Autogol.

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Author: Stevie Stamm

Last Updated: 03/01/2023

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